Como todos los años, en agosto celebramos el día del Arquitecto, muchos de los colegas se auto-festejaron, y agasajaron en éste día a los amigos de banca y de trabajo, como lo hacen tantos otros profesionales cuando el turno les toca. Yo me he quedado con un sentimiento a cerca de lo que la profesión envuelve: Haber escogido una carrera que me permitiera vivir haciendo el oficio y lo que me gusta, haciendo un bien común con los conocimientos que he adquirido en estos casi 20 años y ser sensible a lo que un espacio habitable representa, desde lo más mínimo que es la burbuja espacial que nos separa unos de otros y que culturalmente representa al espacio íntimo e individual, como aquel espacio extendido en el que los seres nos movemos, por los que transitamos hasta llegar a algo que nos acoge y nos protege nuevamente: un techo, un área, un parque desde lo individual-familiar hacia lo colectivo y viceversa. Me pregunté si habíamos cumplido a cabalidad lo que juramos al obtener nuestro título…. Que es tan importante como el juramento Hipocrático que hacen los médicos y que ubican por delante de todo AL SER HUMANO, en nuestro caso como el receptor de nuestros aciertos o fracasos.
Nos hemos dedicado por 20 años a ver con entusiasmo y curiosidad el mundo que nos rodea, a aprender del oficio en pequeñas, medianas y grandes corporaciones, para volver a trabajar con los compañeros de viaje, con los compañeros de ideales y con quienes tienen la misma sensibilidad ante lo construido, con una significación, identidad y una respuesta humana que valide nuestras propias aspiraciones, vengan estas del pasado o del presente.
Venimos de una generación X, una generación carente de representatividad, una generación silente, y ausente que muy poco ha hecho por pertenecerse a algo, aunque sea el ideal…… tal vez porque no tuvimos nunca la oportunidad de encajar en un proyecto, porque todos aquellos sitios estuvieron permanentemente ocupados por varias generaciones pioneras en la rama que no permitían espacios para sangre nueva que no fuera la de su propio linaje, sin que esto quite el mérito a todos los hijos arquitectos de padres arquitectos quienes nos llevaban por delante dos generaciones enteras en la percepción del mundo a través de la mirada y la experiencia de sus progenitores……
Esta generación, se dedicó a trabajar sin cesar para otros, con suerte tuvieron un maestro como tutor que abrió el espectro de la carrera e iluminó un camino que ha sido difícil de transitar….. pero que ha ido tomando fuerza y encontrando un rumbo propio.
En estos 20 años hemos tejido una red de saberes, para avanzar de una manera más solidaria, hemos confiado nuestro conocimiento y nos hemos enlazado de una manera abierta con sociólogos, antropólogos, geógrafos, historiadores, arqueólogos, ingenieros, que han enriquecido las visiones del mundo que tenemos y que han complementado la comprensión de lo que el HÁBITAT significa.
Hoy a escasos 3 días de la cumbre mundial del Hábitat III en nuestra ciudad, me pregunto: ¿Cómo hemos aportado nosotros al HÁBITAT de una colectividad cercana?, ¿Cuáles han sido nuestras luchas?, ¿Cuáles son nuestras fortalezas?, ¿Cuántos riesgos hemos corridos al trabajar por un ideal?..... ¿Han valido la pena?, ¿Qué les espera a las generaciones que vienen?, ¿Cuál será el objetivo al que están aspirando?, ¿ Hay alguien que piense en la ciudad?, ¿Hay alguien que quiera y piense al campo?.....¿No es Quito una ciudad de Egos?....
Lo que sí es seguro es que está cedida al mejor postor: El mercado, que todo lo que toca lo lustra y lo transforma en una globalización demente desconectada de nuestra realidad y de nuestra forma de vida…. Una vida que es más pausada, más austera, más solidaria para la mayoría de habitantes de la ciudad y que encuentra su más arraigado modo de supervivencia en el Sur….. Donde el vecino si importa, donde la tienda siempre está abierta, y donde hay niños en las calles.
Para nuestra tranquilidad, no solo los arquitectos hacemos la ciudad, es más la mejor parte de nuestro Quito no fue hecho por arquitecto alguno, sino por los maestros aprendices desde hace 500 años o más , y nuestro Centro, tiene fuerza e identidad, y que hoy por hoy se encuentra llena de ausencias… vaciada de vida, vaciada de toda actividad que no sea la de bodega…. Condenada a la incuria….. o al mercado Catarí…. La que llegue primero…. Los sectores que aún guardan y albergan la vida han ido encogiéndose hacia la montaña, que les protege y que permite reproducir una vida colectiva de barrio.
Hace pocos meses participamos en mesas de debate sobre la ciudad que queremos y han sido tan inspirador el saber que SI HAY personas comprometidas que sienten lo que su ciudad ES y que participan activamente en esta toma de decisiones….. lo admirable es que los arquitectos se podían contar con los dedos…. La gran mayoría eran activistas de todas las ramas humanas y naturales, gente de los barrios de toda la urbe, peatones, ciclistas, y amantes de la naturaleza que se Duelen y más que eso que con su coherente modo de vida, luchan en el día a día por la ciudad que quieren tener.
La ciudad que nos acoge, diversa sí…. Segregativa, también es un SER VIVO que se transforma, y de nosotros depende que su transformación tenga un saldo positivo, que mantenga los barrios que no solo tienen historia, si no un lenguaje físico que representa una época…. No es posible que se arrasen las tipologías construidas que tienen un capital social en ellas por el mercado….. que ciudad es esta, a la que no le importa el pasado?
Las ciudad, su organismo rector, deberían velar por que la arquitectura de calidad se guarde, y no solo que se mantenga como un testigo, si no que se USE de una manera actual.
Todas estas percepciones de la ciudad deberían ver la luz en las Universidades en especial en la nuestra: la Pública, la Universidad Central de Ecuador que como pionera, tiene en su trayectoria, es decir en su ADN la formación de urbanistas que puedan pensar y repensar a la CIUDAD para total beneficio de sus habitantes, esto se lo debemos es nuestro DEBER formar a gente con una visión de territorio…. Y con todo lo que eso implica: una formación enriquecida y fortalecida por todas las ramas sociales y técnicas.
Los arquitectos a penas conocemos una parte de la totalidad, y si nuestros esfuerzos no están canalizados al servicio del SER HUMANO en el territorio, entonces nuestra formación habrá sido un fracaso social aunque sea un acierto mercantil, y esos niveles de conciencia nos acompañarán por el resto de nuestras vidas.
Hagamos ciudad, seamos actores, activistas…. Debatir esto es lo mejor que podemos hacer por el HÁBITAT de hoy y el de mañana.